Luego de 139 días de no visitar ningún restaurante, cafetería, hotel, cine o centro comercial por la contingencia sanitaria del coronavirus, que nos hizo quedarnos en casa y solo desplazarnos para lo indispensable, salí.
Lo hice para conocer la operatividad del brunch dominical del Four Season Mexico City y de paso, descubrir cómo funciona su programa de sanidad dentro del hotel.
Acepté la invitación de asistir porque este se realiza al aire libre, es decir, en su jardín, y porque la mejor manera de transmitir que sí se está en un lugar seguro, es comprobándolo. Claro, también para darme un respiro y comer algo rico fuera de casa.
Salí hacia el hotel con cubrebocas puesto, toallitas desinfectantes y gel en la bolsa, además de usar manga larga. Como era domingo, las calles estuvieron bastante tranquilas mientras llegaba a mi destino. Sólo vi a un hombre mayor no traer puesto el cubrebocas – quizá aún no sabe que eso puede salvar su vida–.
Al llegar al Four Season Mexico City lo primero que noté es que su amplia entrada ahora está dividida en dos. El lado izquierdo para el acceso y el derecho para la salida, además de tener varias indicaciones en el piso para guardar distancia entre personas, y un tapete de limpieza para frotar los zapatos antes de entrar.
En la entrada hay dos personas, una de ellas te pregunta antes de tomar tu temperatura si puede acercar el termómetro a tu brazo o al cuello, y te ofrece gel antibacterial. Junto al gel hay una mesita donde se han colocado cubrebocas para los visitantes que quieran cambiarse el suyo o que, por algún motivo, hayan olvidado ponérselo.
Luego de pasar este protocolo, se accede de manera normal. Todo el personal del hotel usa cubrebocas y careta, algunos también guantes – sobre todo el personal de limpieza–. Las salas de espera están señaladas para respetar la sana distancia y no hay objetos extras sobre las mesas como revistas o floreros. Todo luce perfectamente limpio y con poca ocupación.
Al ir caminando hacia el Restaurantes Zanaya, que es donde se ofrece el brunch, pude ver que las puertas de los baños que generalmente estaban cerradas, ahora están abiertas de par en par y cuentan con señales para guardar la sana distancia, usar cubrebocas y no olvidar lavarse las manos, además de que entre baño y baño, uno está cancelado justo para guardar la distancia.
También noté que se eliminaron todos los objetos como toallas o cremas que antes se colocaban como amenites en el lavabo y sólo hay toallas de papel para secarse las manos y jabón en dispensadores automáticos.
En el recibidor del restaurante hay una persona y en el piso está señalada la distancia que debes guardar mientras te asignan la mesa. Las mesas, todas al aire libre, están colocadas a mínimo metro y medio de distancia y no hay más de cuatro personas en ellas. Cuando llegué, que eran alrededor de la 13 horas, ya había unas seis mesas ocupadas.
Al sentarme en la mesa no encontré ningún objeto sobre ellas. Casi de inmediato, un mesero se acercó para decirme: “Ya hemos desinfectado la mesa previamente, pero para mayor protección, volveremos a limpiarla, ¿está bien?”, y al afirmar que podía hacerlo, él roció su líquido sobre la mesa y con un paño comenzó a limpiar.
Luego de ello, llegó otro mesero quien colocó el menú impreso en papel sobre la mesa, mismo que al finalizar el servicio es retirado y desechado. Este menú tiene la función de ser también un mantel individual. En este momento me retiré el cubrebocas para guardarlo en una bolsa de plástico con cierre hermético que traía.
Mientras ordenaba, las bebidas de cortesía llegaron así como una botella de vidrio con agua perfectamente cerrada y que el mesero abrió y sirvió para luego dejarla en la mesa. Ya que ordené, trajeron las servilletas y los cubiertos, así como los primeros platos, un bowl de quinoa y una tostada de brioche estilo francés. Al ir terminando los platos, otros meseros van retirando lo que va quedando vació, manteniendo así la mesa limpia.
Pese a que no hay música, todo transcurre tranquilamente, te sientes seguro y las personas que estaban a mi alrededor, también lo disfrutaban, había una sensación de descanso, de respiro.
El personal del restaurante permanece también lejos de las mesas, los únicos que se acercan son los meseros pero es sólo para llevarte los platillos o retirarlos. Aunque el horario del brunch es de 12 a 18 horas y puedes comer todo lo que quieras, es solidario permanecer lo necesario, yo estuve una hora y media.
Bajo la "nueva normalidad" esta primera salida fue bastante esperanzadora. De lo que se trata es de ser responsables, pero eso no quiere decir que porque tomes todas las medidas ya puedes salir a todos lados.
Ser responsables en esta pandemia y mientras no haya una vacuna, es salir a buscar alimentos y medicinas, pasear al perro y quizás, el fin de semana, ir a un restaurante o comprar para llevar a casa para seguir lo más que se pueda dentro de ella. No hay que exagerar, nuestra vida anterior ya no existe y hasta que no haya una cura tenemos que protegernos y proteger a los demás. ¡Ánimo!
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