Octavio Paz escribió en su libro El laberinto de la soledad que, mal que bien, es mejor perderse en el centro de la ciudad y dejar, para otro día, la rabia del plantón. Porque siempre estarán Bellas Artes y su Alameda como consuelo.
Y así, desde la esquina de la calle de Madero y Eje Central, en el mirador de la Torre Latinoamericana, se puede disfrutar de la mejor vista de la ciudad. Por un lado el Palacio de Bellas Artes con su estilo Art Nouveau, a su izquierda la Alameda, y a la derecha el Banco de México, el Palacio Postal y el Museo Nacional de Arte. Sobre la avenida Hidalgo, el Museo Franz Mayer y la iglesia de San Juan de Dios; y muy a lo lejos, sobre todos esos techos rojizos, la Torre de Banobras y el antiguo edificio de la Secretaría de Relaciones Exteriores.
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